Laia vive su noche de Navidad rodeada de familia y sus amigos, pero Carlos esta en su mente. ¿Quieres saber que ocurre? ¡No te pierdas el octavo capítulo!
Deseo que os guste!!
CAPÍTULO 8
Los familiares de Laia llegan con
retraso. La ha dado tiempo de sobra a hacer todo lo que tenia
pendiente, incluso le ha dado tiempo de revisar su correo antes de
cenar.
Cuando llega su gente no falta nadie.
Están todos sus tíos, sus primos y sus abuelos. Algunos les dicen
que han engordado, otros que la ven más delgada pero todos se
preocupan por como esta viviendo en Barcelona. Si los que le han
dicho que ha engordado supieran que lleva varios kilos perdidos y que
ha bajado dos tallas desde que esta allí, se preocuparían, así que
ella no hace más que asentir a todo lo que le dicen.
Intenta explicar poco y no centrarse
solo en ella. Quiere saber que le ha ocurrido a cada uno el tiempo
que ella ha estado fuera. Algunos de sus primos se han casado y otros
han tenido niños y ella por la falta de tiempo se ha perdido todos
los acontecimientos.
A poco más de media noche, Lara la
llama. Ella ya esta disponible y le propone quedar en ese preciso
instante. Avisa a su hermana, se retoca antes de salir y baja en
busca de su amiga. Esta cansada, ha tenido un día bastante movido,
así que le propone a su amiga que en vez de discoteca prefiere ir a
un pub tranquilo, donde puedan charlar y estar a gusto sin tanto
ajetreo.
Deciden ir a un local cercano de donde
viven, le gusta aquello. La gente que frecuenta ese pub tiene una
media de treinta años y aunque ella sea algo más joven se siente
cómoda sin tanto “yogurin” borracho y con ganas de ligar
fácilmente.
Una vez allí se anima, la música es
buena y el ambiente agradable. Cuando ve que tanto su hermana como su
amiga se piden una copa, ella no se echa atrás y pide una cerveza.
Avisa que será la primera y la última. Nunca le ha sentado bien
beber y quiere contarles todo sin verse afectada por el alcohol.
Aquella cerveza le sube antes de lo
pensado y en vez de parar, se pide otra. Esta segunda se la bebe aun
más rápido que la anterior y no haciendo caso a sus acompañantes,
pide una tercera.
Todo el pub esta tranquilo y ella sin
embargo, se ha desmelenado. Ha comenzado a bailar en medio del pub a
pesar de que todos los allí presentes charlan sentados en cómodos
sofás. Canturrea todas las canciones de moda que suenan y se ríe.
Tanto Lara como su hermana la miran y no dicen nada.
Cuando más sumida esta en aquella
fiesta, Carlos aparece en su mente. Recuerda sus besos, sus abrazos,
sus caricias y lo extraña. Impulsada por el alcohol, lo llama. No le
importa que sean las cuatro de la madrugada, ella quiere oírlo.
Busca su número en la agenda y marca.
- ¿Laia?
- Si soy yo. ¿Estabas dormido? –dice alegre.
- No, no. Aun estoy en casa de mis amigos. ¿Estas bien? ¿Te ocurre algo?
- ¡Nadaaa! ¿Qué me iba a pasar?
- ¿Has bebido?
- ¡Algo! Jajá –confiesa.
- Dime, ¿qué te ocurre? –pregunta sonriente, él también esta algo bebido.
- Solo pensaba en ti.
- ¿Ah, si? ¿Y qué pensabas? –dice en tono tontorrón.
- Pensaba en anoche, en hoy y en mañana. Pensaba en lo maravillosa que serán las vacaciones a tu lado y en lo que ya te extraño –confiesa.
- ¿En serio piensas todo eso?
- ¡Claro tonto! –ríe- Nunca pensé que esto pudiese sucederme a mí pero estoy feliz a la vez que asustada.
- ¿Asustada? ¿Por qué?
- Tengo miedo a quererte –se delata.
- ¡No digas bobada!
- No son bobadas. Yo no sé lo que tú sientes por mí, pero sé lo que yo puedo llegar a sentir y tengo miedo. Tengo miedo a no ser correspondida y a sufrir.
- No digas eso ahora, tú disfruta. Ya tendremos tiempo de hablar sobre ello.
- ¡Si es verdad! Aun tengo que terminar la noche. Mañana cuando te vea, te haré ver lo que soy y me desearas tanto o mas de lo que yo te deseo a ti.
- Estoy seguro. Un beso.
Ambos vuelven a colgar. Laia no es
consciente de todo lo que ha soltado. Carlos se ha asustado al ver lo
rápido que avanzan los sentimientos de su chica. Pero hoy es Navidad
y ninguno de los dos esta dispuesto a estropear la noche.
Laia vuelve con su amiga y su hermana.
Ambas le preguntan por su llamada pero ella se lo guarda para sí. Se
dirige nuevamente a la barra y pide tres chupitos. Se le apetece
brindar, aunque no sabe muy bien porque hacerlo.
- ¡Por nosotras! –grita.
Y todas le siguen.
Aquel chupito es el detonante de su
malestar. En menos de diez minutos empieza a sentir que todo le da
vueltas y que es incapaz de controlar sus andares.
Su hermana es la primera en darse
cuenta y junto a su amiga deciden dar por acaba la fiesta. Entre
regañadientes Laia se deja llevar a la salida. A pesar de que están
a escasos metros de donde viven, deciden pedir un taxi. En el estado
que se encuentra la joven les costaría la vida llegar a su portal.
Una vez en el taxi, la borrachera de
Laia se deja ver. Se pone a hablar con el taxista como una descocida
y se ríe. Se ríe de su hermana, de su amiga y de todo lo que esta
viviendo. Esta feliz y aunque ahora no se encuentra en condiciones,
sabe que lo mejor esta por llegar. Nada ni nadie podría estropearle
aquella relación, solo él. Pero ella confía. Confía en su
palabra, en sus gestos y en su mirada y no teme. Antes pensó que si,
pero se les han ido todos sus miedos. Mañana presiente que será un
buen día y ella esta dispuesta a llegar hasta el final. Quiere
entregarse a él aunque solo hace dos días que lo conoce.
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